COLOMBIA (enero 19 de 2018). Existe consenso generalizado en el mundo empresarial en cuanto a que las organizaciones necesitan líderes que sepan conducir a sus equipos de trabajo. Sin embargo y muy a pesar del consenso, la caracterización de los miembros que ahora integran estos equipos es distinta a la de antes, y que dichos líderes tengan que desarrollar nuevas habilidades para garantizar esa conexión. La cuestión es que esas nuevas generaciones que conforman los equipos están exigiendo más. Tienen otras emociones, otras visiones, otras maneras de comportarse.
Recientemente y refiriéndose a la disrupción que implica un liderazgo, Juan Carlos Garavito, CEO de INNpulsa Colombia, daba cuenta de la urgente necesidad de transformarlo: “implica adaptarse a nuevas economías (la digital es una de ellas) a nuevas culturas, a las ideas y expectativas de los millenials, a todo un ecosistema”.
Bajo dicho contexto, el neuroliderazgo aparece como un componente medular que puede otorgar las bases para lograr de la mejor manera posible esa conexión.
En efecto, además de la disrupción, el liderazgo implica conducir, guiar, orientar y motivar a unas generaciones menos formadas por un discurso u orientación racional (las antiguas) y más por un contexto sensorial que les permita actuar y construir colectivamente (las de hoy). Las neurociencias, por su parte, dan cuenta de razones, emociones y acciones del ser humano que antes no podían explicarse. Así las cosas, de lo que se trata, en esencia, es de saber cómo un líder puede conectar con esas emociones y saber enfocar a su equipo para alcanzar los objetivos y metas propuestas.
Y es que en la era de hoy, la sociedad de la multimedia y el ‘multitasking’ (hacer varias cosas al mismo tiempo), “lo más difícil es enfocar hacia unas metas y objetivos que concuerden con lo personal/organizacional y lo regional/global”, explica Mario Huertas, psicólogo, magister en investigación en comunicación y docente del CESA.
Si bien la innovación es fundamental en un mundo tan cambiante, esta no surge, afirma Huertas, de la lluvia de ideas. Surge en realidad de proponerse un foco y aprovechar las competencias de los equipos. Grandes líderes o genios de la humanidad han sido innovadores porque todo lo que aparece alrededor del mundo lo van orientando a ese punto.
Por su incidencia (influencia en el comportamiento), el neuroliderazgo –sin embargo- no empieza o acaba con los gerentes de empresa. Un colectivo social o incluso la propia familia (la formación de los hijos) se convierte en una herramienta que puede hacer sostenible cualquier proyecto. Y uno de los pilares clave es el autoconocimiento. Conocerse a sí mismo.
Un líder que no conozca su conducta, sus emociones, sus reacciones, sus limitaciones, difícilmente puede ser guía de su equipo de trabajo. Al descifrarse y ser consciente de ello, cuenta con las herramientas para identificar no cómo piensan, pero sí cómo actúan los miembros de su equipo de trabajo. Termina por saber leer “cómo esas actuaciones los hacen sentir y cómo, esas acciones y sentimientos (emociones), terminan dándole significado a su vida. A su proyecto empresarial”, explica Mario Huertas. Y agrega que quienes hoy manejan grupos se están enfrentando a generaciones que comunican muy fácilmente sus emociones, y “a veces los líderes no están en capacidad de entenderlas y de orientarlos”. El desafío está es entonces en saber cómo gestionar esas otredades.
Un ‘neurolider’ logra resultados óptimos en tanto pueda potenciar cinco aspectos: atención, percepción, memoria, pensamiento y lenguaje. Los resultados se alcanzan en tanto exista concentración, una convergencia en los imaginarios, el aprovechamiento del conocimiento (que es aquello que está en la memoria de los miembros de su equipo), y a partir de allí generar conocimiento y nuevos lenguajes.
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Source: AndeanWire